Más del 60% de los bolivianos votó nulo o en blanco en los comicios de este domingo, lo cual fue interpretado como una derrota para el gobierno.
La oposición boliviana asestó al presidente Evo Morales la primera derrota electoral desde 2005, al convertir los comicios judiciales del domingo en un plebiscito en su contra con votos nulos o en blanco que duplican a los válidos.
Aunque aún no hay resultados oficiales
y el Tribunal Electoral, controlado por el oficialismo, avisó ya que no
los habrá hasta el sábado 29, un recuento extraoficial de la red de
televisión privada ATB adelantó que anularon el voto cerca del 45%,
depositaron sufragios válidos casi 38% y votaron en blanco 17%.
Morales,
que prometía ganar con el 70% de sufragios válidos y presumía de siete
éxitos consecutivos en las urnas, no ha aceptado aún la derrota pero
tampoco cantó victoria cuando pronunció anoche por televisión un breve y
deshilvanado mensaje.
El mandatario evitó hablar de
resultados e ignoró los reclamos de la oposición para anular los
comicios y no respondió preguntas de los periodistas convocados
supuestamente a una rueda de prensa. Prefirió destacar la gran
asistencia de ciudadanos a las urnas, obviando que en Bolivia el voto es
obligatorio y la abstención está penalizada, por lo cual la
participación siempre es alta.
Son porcentajes sin precedentes
en Bolivia, que no soñaban ni siquiera algunos rivales de Morales que
promovieron los votos “de castigo” nulos o en blanco contra lo que
denuncian como innumerables irregularidades en el proceso para elegir a
los magistrados de los máximos tribunales.
Algunos analistas
ironizan que Morales está forjando una nueva mayoría, pero ahora en
contra, y destacan dos “autogoles” anteriores de este gobernante tan
aficionado al fútbol, reelegido con 64% de los votos en 2009 pero con la
mitad de ese apoyo ahora, según las últimas encuestas.
El
primero fue el “gasolinazo” de diciembre de 2010, cuando intentó subir
los precios de los combustibles hasta en un 84%, lo que originó una
oleada de disturbios y protestas, obligándole a retirar la medida en lo
que los bolivianos llaman el “reculazo”. El segundo “autogol” ha sido su
violenta respuesta a los centenares de indígenas de la Amazonía que
marchan desde el 15 de agosto y se niegan a que una carretera financiada
por Brasil parta por la mitad la reserva ecológica del Tipnis.
La
represión de la marcha el 25 de septiembre, con una brutalidad que
incluso Morales calificó de “imperdonable”, le hizo perder a muchos
partidarios y aliados, que ahora le atacan, y causó una crisis de
gobierno con los ceses de dos ministros, un viceministro y el subjefe de
la Policía, entre otros.
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