jueves, 12 de enero de 2012

En plena Novena Sinfonía, el director tuvo que parar a la orquesta...porque sonó un IPhone...

En lo mejor de un concierto de la magna orquesta, el ringtone "Marimba" sacó de quicio al director. Al instante, un gesto suyo silenció al Lincoln Center. Salvo por el móvil, que volvió a timbrar.
 
Transcurría el movimiento final de la novena sinfonía de Gustav Mahler. El Avery Fisher Hall, una de las salas del Lincoln Center de Nueva York, oía con atención las secciones de cuerdas que caracterizan a la pieza del músico austríaco.

Considerada por muchos como la mejor composición mahleriana, combina fuerza y recogimiento. Marca el punto máximo de su esplendor, y es además la última que completó antes de morir, ya que la décima quedó inconclusa a causa de su fallecimiento.

Para los directores representa un desafío especial, además del gusto por ejecutarla y escucharla. Quizás por eso -y por su fino oído, claro está- Alan Gilbert, a cargo de la Orquesta Filarmónica de Nueva York, percibió durante el adagio que algo no andaba bien.

En medio de la sutil vibración de las dos arpas, los violines, violas y violonchelos, y muy por encima del contrabajo, apareció una Marimba. Pero no se trataba de un instrumento de percusión, sino del ringtone característico de iPhone.

Sonó una vez, sonó dos... y a la tercera, mientras los espectadores ya comenzaban a ponerse incómodos, Gilbert giró levemente la cabeza hacia la izquierda. Estaba molesto.

Además, el sonido le llegaba desde muy cerca: la primera fila. Pidió que cesara el sonido, pero no sucedió. Entonces decidió cortar por lo sano y detuvo la ejecución de la sinfonía hasta que pudo dejar de compartir el recital con la entrometida Marimba.

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