El exgobernador de Massachusetts Mitt Romney,
con experiencia como político y empresario exitoso y gran favorito en
las primarias republicanas, lucha contra los recelos de los
conservadores de su partido, que aún lo ven con escepticismo.
En su segundo intento por conseguir la presidencia de EE.UU., tras perder las primarias en favor de John McCain en 2008,
este político con cara de actor televisivo debe convencer al ala
derechista de su partido de que su religión mormona y sus políticas
progresistas en Massachusetts no lo hacen menos republicano.
Y
ante los votantes independientes deberá sacudirse cierta imagen de
veleta, de alguien que dice al público lo que cree que éste quiere oír,
una reputación que han buscado explotar los estrategas demócratas que
señalan sus cambios de posición en cuestiones como la reforma del sistema sanitario.
Con
una campaña fuerte, con capacidad operativa y disciplinada trabajando
prácticamente desde 2008, Romney ha intentado presentarse como un hombre
de familia -está casado desde hace 42 años con su esposa, Anne, con la
que tiene cinco hijos- y como alguien que, pese a ser millonario, tiene
las preocupaciones propias de una persona cualquiera de la clase media.
Esa
imagen, sin embargo, sufrió un duro golpe cuando en el penúltimo debate
republicano quiso apostar con uno de sus rivales 10.000 dólares, el
equivalente a tres meses de sueldo de un estadounidense medio.
Empresario de éxito
Nacido
en Detroit en el seno de una familia muy acomodada y con aspiraciones
políticas -su padre fue gobernador de Michigan y aspirante presidencial
en 1968- comenzó sus estudios universitarios en Stanford antes de
desplazarse a Francia como misionero mormón.
Regresó
a EE.UU. para casarse en 1969 con Anne, y retomó sus estudios en la
Universidad mormona de Brigham Young, que completaría con un máster en
Administración de Empresas en Harvard. Se incorporó a la consultoría
Bain and Company en 1977 y con el apoyo del fundador de esa empresa, en
1984 fundó la compañía de inversión Bain Capital que fue un éxito.
Su primera experiencia política fue una derrota, en 1994, cuando quiso desafiar a un político legendario en Massachusetts, Ted Kennedy. Se presentó contra él en las elecciones al Senado, Kennedy fue reelegido sin dificultad y Romney regresó a la empresa privada.
Tras
hacer de las olimpiadas de invierno de Salt Lake City, un éxito
económico, se convirtió en gobernador de Massachusetts, donde redujo el
déficit público, introdujo reformas educativas y, sobre todo, puso en
marcha una reforma del sistema sanitario estatal.
En
ese cargo se labró fama de dialogante por reunirse cada lunes con dos
demócratas para tratar de asuntos del Gobierno estatal, una estrategia
que cree que puede tener éxito también en Washington.
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